La expedición comandada por Colón y formada por la Pinta, la Niña y la Santa María, avistó la isla de Guanahaní el 12 de octubre de 1492 y entretanto, los Reyes Católicos principales valedores de Colón – sobre todo Isabel -se encontraban en Barcelona, negociando con los franceses la devolución a la corona de Aragón del Rosellón y la Cerdeña.
En diciembre, casi dos meses después, mientras Colón navegaba por el Caribe, el campesino Juan de Cañamares atentó contra el rey Fernando en la escalinata de la Plaza del Rey de Barcelona y aunque el rey logró reponerse de la herida, precisó de un tiempo de convalecencia, por lo que la corte permaneció en la ciudad condal hasta que Fernando se hallase totalmente restablecido.
Cristóbal Colón regresó a la península en marzo de 1493, eufórico pues el almirante creía haber alcanzado el continente asiático navegando desde Occidente, cuando en realidad había descubierto otro continente desconocido para los europeos, y al conocer la ubicación de la corte, inició camino hacia la ciudad condal al objeto de rendir pleitesía y dar cuenta a los soberanos de su hazaña..
En el mes de abril, Colón fue recibido por los Reyes en Barcelona en una solemne recepción, sin que se sepa con certeza que día fue realmente el que entró en la ciudad, pues algunos autores hablan de mediados o finales de del mes de abril, como tampoco se conoce el lugar exacto donde dicha recepción se produjo, pudiendo ser en el Salón del Tinell, en el centro de Barcelona, o en el monasterio de San Jerónimo de la Murtra, en Badalona; aunque también puede ser que la comitiva de Colón visitara ambos lugares.
Según dicen las crónicas; el almirante presentó a los reyes: “el oro y las cosas que traía del otro mundo; y ellos y cuantos estaban delante se maravillaron mucho en ver que todo aquello, excepto el oro, era nuevo como la tierra donde nacía. Loaron los papagayos, por ser de muy hermosos colores: unos muy verdes, otros muy colorados, otros amarillos, con treinta pintas de diversa color; y pocos de ellos parecían a los que de otras partes se traen. Las hutias o conejos eran pequeñitos, orejas y cola de ratón, y el color gris. Probaron el ají, especia de los indios, que les quemó la lengua, y las batatas, que son raíces dulces, y los gallipavos, que son mejores que pavos y gallinas. Marvilláronse que no hubiese trigo allá, sino que todos comiesen pan de aquel maíz. Lo que más miraron fue los hombres, que traían cercillos de oro en las orejas y en las narices, que ni fuesen blancos, ni negros, ni loros, sino como triciados o membrillos cochos”
Los seis indios que Colón presentó en la Corte se bautizaron, siendo padrinos el rey, la reina y el príncipe don Juan, según hizo constar en su crónica, Francisco López de Gomara en el siglo XVI.
1541: Testamento de Fernando de Rojas
3 de Abril de 2011 - 09:10:12 - Pedro García Luaces - 0 comentarios
Tras largos debates sobre la identidad del autor de La Celestina o Tragicomedia de Calisto y Melibea, se ha establecido que suya es la escritura de la célebre obra. Rojas procedía de una familia de conversos, pero no judaizante, como sostuvieron algunos teóricos, a pesar de la carencia de pruebas documentales en la Inquisición. Nació alrededor de 1470 y murió en Talavera de la Reina, de la que había sido alcalde, en 1541. Estudió en Salamanca, fue bachiller en leyes y redactó el libro por el que ha entrado en la historia teniendo alrededor de veinticinco años. No se le conoce ninguna otra incursión en la literatura ni sus contemporáneos hacen mención de él, a pesar de que a su muerte existían ya treinta y dos ediciones de La Celestina, que, no obstante ello, no tuvo la popularidad de El Quijote o del Guzmán de Alfarache. En Talavera, donde además de alcalde fue letrado, conoció y se casó con Leonor Álvarez, descendiente también de conversos y a cuyo padre sí procesó la Inquisición, que lo tenía por criptojudío o judaizante, y que pidió a su entonces futuro yerno que fuese su defensor. Pero Rojas se negó. Lo cierto es que nada en La Celestina hace pensar en un autor judío o judaizante, ni se encuentra en ella argumento alguno que lleve a la idea de que ése fuera un tema que le preocupara.
Es posible que, como ha ocurrido otras veces en la historia de la literatura, Fernando de Rojas no tuviese en particular estima su condición de escritor, teniendo en cuenta que no reincidió en su madurez y que en su testamento, firmado el 3 de abril de 1541, cinco días antes de su muerte, y que incluye un detallado catálogo de su biblioteca, sólo figure un ejemplar de La Celestina, de las tantas ediciones ya existentes. En cambio, Rojas legaba solemnemente a su primogénito Francisco, también abogado, sus libros de Derecho, así como el conjunto de los «profanos» a su esposa. Al parecer, le enorgullecía más su carrera en la judicatura, incluida esa alcaldía que le habilitaba para dirimir pleitos, que su patrimonio literario. Pasó mucho tiempo antes de que los académicos otorgaran a laTragicomedia de Rojas su merecido lugar en las letras españolas.
Otras efemérides de este día:
1507: Martín Lutero es ordenado sacerdote.
1559: Paz de Coteau-Cambresis entre Enrique II, Felipe II y el Ducado de Saboya.
1682: Muere Murillo.
1725: Nace en Venecia el conquistador y aventurero Jacob Casanova.
1948: España queda fuera del Plan Marshall vetada por Truman.
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