El Tratado de Utrecht, fue realmente un conjunto de tratados firmados por todos los Estados contendientes en la Guerra de Sucesión Española entre los años 1713 y 1715, en la ciudad holandesa de Utrecht, que pusieron fin a la guerra, aunque después continuaron las hostilidades en Cataluña hasta su conquista definitiva por Felipe V en septiembre de 1714 .
Como balance final de los tratados, los países aceptaron acuerdos que cambiaron de forma total el mapa de Europa: Gran Bretaña obtuvo Menorca y Gibraltar, cedidas por España así como el monopolio de treinta años para traficar con esclavos negros con la América española y el “navío de permiso”, que fue una puerta abierta al contrabando inglés.
Las Provincias Unidas de Holanda recibieron una serie de fortalezas en el norte de los Países Bajos españoles cedidas por España, mientras Portugal obtuvo la devolución de la Colonia del Sacramento, ocupada por los españoles durante la guerra.
Austria obtuvo los Países Bajos españoles, el Milanesado, Nápoles, Flandes y Cerdeña , mientras
Francia se comprometió a demoler las fortificaciones de Dunquerque y cegar su puerto, obteniendo definitivamente el principado de Orange, en la Provenza.
Francia se comprometió a demoler las fortificaciones de Dunquerque y cegar su puerto, obteniendo definitivamente el principado de Orange, en la Provenza.
Felipe V obtuvo el reconocimiento como rey de España y las Indias, por todos los países firmantes, estableciéndose una cláusula que prohíbe que el trono de España y el de Francia sean una misma persona.
Las tropas austriacas se comprometieron a evacuar Cataluña, lo que realizaron el 30 de junio de 1713 y partir de este momento empezó una guerra desigual que se prolongó casi catorce meses, concentrada en Barcelona, además de algunos grupos de fusileros dispersos por el país.
El punto de inflexión se produjo cuando las tropas felipistas rompieron el sitio de Barcelona el 11 de septiembre del 1714, mientras Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron en julio de 1715.
La gran beneficiaria fue Gran Bretaña que, además de sus ganancias territoriales, obtuvo enormes ventajas económicas al romper el monopolio comercial de España con sus colonias y frenar las ambiciones territoriales de Luis XIV de Francia, mientras este país sufrió graves dificultades económicas por los costes de la guerra.
El equilibrio de poder terrestre quedó asegurado, pero en el mar, Gran Bretaña empezó a amenazar el control español del Mediterráneo con sus bases de Menorca y Gibraltar, consiguiendo que la paz de Utrecht hiciera posible para ella asumir el papel de árbitro europeo, manteniendo un equilibrio territorial basado en su hegemonía marítima.
La gran perdedora fue España para la que la paz de Utrecht supuso, el fin de la posición dominante que había ostentado en Europa desde principios del siglo XVI.
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